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Channel: Tertuli
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Sangre Azul

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Una Noche de luna llena todo cambió, fui en contra de los dogmas de mi especie. Me enamoré. Pensarán que quizás no es tan grave, que todo tiene remedio, pero el problema es que era una mujer y, en su mundo, yo sólo formaba parte de una fantasía, de un mito; un invento en la imaginación de algún marinero.

Cuando la vi por primera vez, jugaba a lo lejos con dos amigas a orillas de la playa,en la Bahía de las Estrellas. Bueno, así la llamábamos nosotros, no sé cómo la denominaban ellos. Ahí estaba, sin saber que yo la miraba.

Y cómo no hacerlo, su cabello en ondas caía hasta su cintura. Una melena roja, como si al nacer hubiera sido besada por el fuego. Era un color al que no estábamos muy acostumbrados; por eso ella, entre las otras que la acompañaban esa noche,se veía tan maravillosamente peculiar, rara y bella. Fue en ese instante cuando renegué de mis principios, porque caí presa del amor hacia una humana. Y eso, entre los de mi clase, estaba prohibido.

Los días siguientes me entretenía pensando en cómo reaccionaría si un día me mostraba ante sus ojos. Quizás me vería como un monstruo, quizás se desmayaría, quizás que daría en shock y no hablaría más nunca por el resto de su vida, quizás gritaría y promovería mi captura, quizás, quizás, quizás…

Nada de lo que me imaginaba terminaba bien. Y estaba en lo cierto. ¿Cómo iba a tener un feliz desenlace si éramos de dos mundos diferentes? Ella vivía sobre el agua; yo, bajo el mar. Fin de la historia. Punto. Me obligaba a no pensar en el asunto, a no observarla más. Dolía verla sonreír y saber que esa sonrisa nunca iba ser para mí, que mi amada doncella nunca iba a ser mía.

Días después, nadé de nuevo a la superficie. Al parecer había fiesta en la bahía. Me escondí entre las rocas cercanas al rompe olas de la costa, estaba cerca, muy cerca. Pero la noche era segura, nadie podía verme con tanta oscuridad. Bailaba entre la gente, con un vestido blanco alrededor de una fogata gigante.

No sé cuántos minutos u horas transcurrieron, pero la muchacha no paraba de danzar, y yo no dejaba de contemplarla. ¿Fueron minutos, o acaso horas? Cuando la veía perdía la noción del tiempo. De repente, algo sucedió, un hombre se le acercó demasiado y ella lo empujó. Me enfurecí. Quería ir a salvarla de ese salvaje, pero no podía. A sus ojos, el salvaje, la bestia… era yo.

Después de que una multitud se encargó de alejar al hombre y de arreglar el mal entendido, hizo una seña con la mano, pidiendo que la dejaran sola, y comenzó a pasear por la orilla de la playa. Tardé segundos en darme cuenta de que la chica caminaba en mi dirección. Empecé a temblar de los nervios, quería presentarme. Ésta era mi oportunidad. A lo mejor no me vería como un monstruo después de explicarle lo que era. Mientras sus pasos la llevaban a mí, yo ensayaba mi discurso.

-Verás, ambos venimos del mismo comienzo, sólo que mis ancestros decidieron conquistar los mares; y los tuyos, la tierra.

No somos tan diferentes, debajo de todas estas escamas y mi aleta estoy seguro de que hay dos piernas-.

Eso sonaba como el peor discurso de la historia del planeta. En un arranque de frustración, olvidé por un segundo, un solo instante, que se aproximaba e hice un sonido gutural lleno de rabia y golpeé la roca.

-¿Hay alguien ahí?-, preguntó la joven, tratando de ver algo entre las rocas.

Su voz, o dios mío, su voz. Parecía música. Me quedé petrificado. No podía mover un músculo. Por mi mano corría sangre del impacto que había dado segundos atrás.

-¡Perfecto,ahora no sólo tienes que explicarle que eres un tritón, sino que encima tienes la sangre azul!-.

-¿Hay alguien ahí? ¿Necesita ayuda?-, siguió indagando, mientras continuaba atisbando la zona.

Me cercioré de que sólo escuchara el sonido del mar, ya no habían olas, solo tranquilidad. Pasaron unos minutos, dejé de percibir sus movimientos.

-¿Estaría sentada esperando ver algo?-.

Me armé de valor, era el momento. Nadie podría decir que no lo había intentado. Las cosas seguramente iban a terminar con gritos y desmayos, pero estaba dispuesto a correr el riesgo, porque… ¿y si por alguna razón yo también le llamaba la atención? Me convencí de que podía haber esperanza.

-No te asustes por favor, te prometo que no voy a hacerte daño-, exclamé desde la parte de atrás de las rocas. No hubo respuesta.

Cuando me asomé a ver qué sucedía, aquella hermosa criatura de ígneo cabello ya regresaba en dirección a la fogata. Mis dos corazones se hicieron pedazos, había dejado ir mi oportunidad. La había dejado marchar, quizás para siempre.

-Un pensamiento fortuito llegó a corregirme.

-Los antiguos creen en la reencarnación, para los humanos y para nosotros hay un mismo cielo, las almas se encuentran, se reconocen, puede que en esta vida seas de mar y en la siguiente, de tierra o viceversa-.

Tal vez todo era un complot para respetar la vida e incitar a la paz entre nuestras especies. Sin embargo, esa noche de novilunio, tal afirmación me reconfortó.

Y me quedé ahí sentado, observando el lento transcurrir de la eternidad, esperando volverla a encontrar en alguna otra vida.


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